martes, 20 de agosto de 2013

La sociedad no está preparada

La sociedad no está preparada para aceptar a los homosexuales, se dice por ahí. Pueden existir, se acota, pero sin demasiadas manifestaciones, sin alterar ciertos supuestos de la familia burguesa que nos hacen tan felices. Nadie debe pensar que estamos haciéndole propaganda favorable a la homosexualidad.

¿Qué le vamos a decir a los niños? Los niños no entienden la homosexualidad. ¡Dios mío, y si lo ven naturalmente, y mañana les da por hacerse gais! Es mejor que se mantengan apartados de ese asunto. ¿Qué tú eres? Macho. ¿Qué tú eres? Macho. ¿Cuántas novias tienes? Cinco. ¿Qué les vas a hacer? Eso mismo. ¿De qué tamaño la tiene el niño? Dile que te coja… Oye, los niños no barren. Oye, los niños no tocan las muñecas. Las niñas son las que limpian la casa… Los niños van a trabajar y buscan el dinero. Oye, no juegues con eso, que te van a decir maricón. ¡Suelta esa muñeca!

Este mundo está patas arriba. Antes los homosexuales se tenían que esconder, y ahora andan por la calle, se dan la mano y hasta se besan. Óyeme, que no respetan a nadie. No les da pena. Dice la Biblia que se verán horrores. Ya se están viendo. La peor desgracia que me puede tocar es un hijo maricón.

¡Y la televisión, y los periódicos, promocionando la homosexualidad! ¿Tú te has fijado que en todas las novelas hay personajes homosexuales? Eso esa culpa de la hija de Raúl Castro. Este país está al revés.

Menos mal que en el ICRT están cortando las series que le gustan a mi hijo. ¿Tú viste el video de Buena Fe? El de las dos muchachas que dejan a los novios y se dedican a aquello. En Lucas siempre lo cortan, menos mal. En este país van de lo sublime a lo ridículo: antes estaba prohibido y ahora quieren que todo el mundo sea homosexual.

Yo no sé adónde vamos a llegar. A este ritmo, nos vamos a quedar sin población. Porque a mí no me importa lo que haga nadie con su cuerpo, pero que lo hagan entre cuatro paredes y que no salgan por ahí a exhibirse. Como dice el refrán, cada cual que haga con su pellejo lo que le dé la gana.

¿Quién le dijo a nadie? Esta sociedad no está preparada. Ahora los homosexuales se casan en un montón de países. Pero eso no puede pasar aquí. ¿Quién dijo que eso era natural? La homosexualidad está contra Dios, contra la familia y contra la especie humana. Desde el principio fue así: hombre con mujer y mujer con hombre. Lo otro es un disparate, una aberración.

Oye, no me des la mano, que me da pena. Que no vean. Se van a dar cuenta. La gente se va a reír de nosotros. Deja que se rían. Yo te quiero. No me importa lo que diga la gente. No me importa si la sociedad está preparada o no. Me da lo mismo, porque la juventud estaba perdida desde Platón. Tú y yo nos cogemos la mano. No voy a esperar más.

Cierto que la sociedad nunca estará preparada para aceptar a los homosexuales, nunca será el mejor momento. Las leyes se adelantan o se atrasan, como va pasando en todo el mundo. En Cuba, aplastadas por el machismo, por la sociedad patriarcal, por el pasado homofóbico, por la gestión gubernamental dudosa, por la inercia… vienen en un barco que no llega. Pero la realidad es más objetiva que las leyes. Habrá homosexuales, aunque no haya leyes.

sábado, 3 de agosto de 2013

La mujer-pez

...me estoy volviendo un pez de forma indestructible,
me estoy quedando a solas con mi alma.
Testamento del pez, de Gastón Baquero

—Entra. Te he esperado todo el día, me dijo la mujer-pez. Mira, puse flores nuevas en la mesa.
Yo traspuse la puerta impresionado; la imagen de la mujer-pez renovaba mis recuerdos infantiles del miedo. No parece la misma de antes: tantos años le cambiaron la fisonomía irregular; o tal vez, nada más extraviaron mi memoria.
—Me acuerdo de ti. Cuando eras un niño yo iba a tu casa y te escondías. Has crecido mucho. Ahora yo estoy más vieja, más fea. ¿Todavía me tienes miedo?
—No, claro que no —casi tartamudee. ¿Cómo…? Te conozco desde que era un niño; me eres familiar…
—Haz memoria: yo asusté a todos los vendedores ambulantes que pasaban por esta calle; corrían pidiendo auxilio. Los niños lloraban de miedo (la verdad es que tú eras de los más valientes). Nadie quería visitar esta casa, ni los trabajadores de Salud Pública.
***
— ¿Ya no sales?
— No, ahora estoy ciega. Antes me ponía una peluca, me pintaba y me iba a los guateques. A la gente le gusta mi voz, le gustaba, por lo menos. De noche nadie me podía detallar la cara.
Las preguntas del cuestionario que le impuse la provocaron. Evocó el deseo, la posibilidad, cómo habría sido… cómo sería…
—Soy analfabeta, nunca tuve un maestro. Pero si hubiera estudiado hoy sería abogada. Dice mi mamá que yo tengo leyes, que nadie podría ganarme un juicio…
***
La mujer-pez nació hace 50 años en Guaracabuya. En su infancia, los niños la comparaban con las caricaturas horrendas de los libros de terror. Parecía, parece, un ser fantástico de existencia imposible, como si los genes del humano y del pez se hubieran entrecruzado de manera insólita, determinados por la voluntad astral. Le fueron concedidos el cuerpo, el sexo y la voz de la mujer; y los dientes y las escamas del pez.

La maledicencia culpó a su madre: dicen que la joven negra y criada, en un intento desesperado para detener el ascenso de su prole, bebió petróleo. Dicen que las curanderas le recomendaron las hierbas infalibles para el aborto. Y a pesar de todo, la hija-pez, la niña-pez, la mujer-pez, nació inevitable.

Otros más culpan a la sífilis. En su historial de servidumbre Consuelo Vila, la madre humana de la mujer-pez, también sació el deseo de sus patrones y contrajo la enfermedad que la consumió por varios años.

La niña-pez, la inconcebible, nació bajo la mirada de los curiosos y los repugnados. La niña pez jamás entró a las aulas. La niña-pez no aprendió a leer ni a escribir. Ningún maestro ambulante le enseñó. La niña-pez creció alejada de los niños-humanos, sin juegos, sin amigos. La niña-pez provocaba pesadillas. 

La mujer-pez no conoce las certezas de su propia vida. ¿Qué designios le negaron las aguas? ¿Qué fatalidad la condenó a la tierra? Acaso los seres indefinidos nunca se realizan. Las criaturas inciertas son apartadas de todos los grupos: como los emigrantes de la tierra, que ya no pertenecen a ninguna parte, los seres indeterminados están en el camino a medias de su naturaleza.

Un día, la mujer-pez morirá sin haber sido amada jamás. Ella se enamoró de los hombres que la rechazaron. A menudo se maquilló para nadie. Siempre provocó el miedo, la pena, el asco. De ella, cuando más, se dirá: nació, vivió, murió. Después no tendremos recuerdos.

Sabemos que llegó a la tierra por equivocación. En su casa olvidada de Guaracabuya vive desligada de los hombres, huérfana a los 50 años, con tres hermanos locos, con vientre infértil, con sueños no cumplidos. La mujer-pez merecía el agua que le fue negada, el paraíso acuoso que desconocemos los humanos sin otra posibilidad que la tierra.
***
Milagros Guerra Vila padece ictiosis, una enfermedad genética que provoca que la piel se vuelva seca y escamosa, como la de un pez. Precisamente, el nombre del padecimiento proviene de la palabra griega ichthy, que significa pez.

La conversación que inicia este post la sostuvimos durante el Censo de Población y Viviendas 2012, cuando llegué a su casa como supervisor encargado de censarla. En ese momento vivía con su madre, que falleció poco después. Ahora la rodean varios hermanos desequilibrados y alcohólicos. Milagrito ha envejecido al interior de cuatro paredes. No sale de día, porque el sol agudiza los síntomas de la ictiosis; ni de noche, porque está ciega.  


Imagen: Mujer con pez, de René Rodríguez Soriano.